El Mundial de Messi no ha dejado indiferente a nadie. De un lado
quienes restan mérito a cualquier acción del astro argentino, de otro
quienes aplauden absolutamente todo por el mero hecho de tratarse de Leo
Messi. Y en el medio, quienes intentan ver qué hizo realmente.
Messi
llegó a Brasil después de una temporada "discreta". Discreta con
comillas porque prácticamente sólo si se trata de Lionel Messi puede
pasar por discreta una campaña en la que superó la barrera de los 40
goles. Si Messi fuera un 9 cualquiera estaríamos hablando de una
temporada sobresaliente. Pero Messi no son goles. No para quienes hemos
visto la evolución de este jugador. Messi es crear, jugar, hacer jugar
y, por supuesto, anotar. Todo eso le llevo a ser el mejor jugador del
momento e indiscutiblemente uno de los grandes de la historia. Este año
dejó de crear, jugar y hacer jugar, y se limitó a anotar. Demasiado poco
para Messi.
No hace tanto que bajo la batuta de Josep
Guardiola, un Leo Messi acompañado en el frente de ataque por Villa y
Pedro se convertía en el primer defensa de un Barcelona que apenas
tardaba unos segundos en recuperar el balón, herramienta con la que
empezaban a desesperar a cualquier rival. Un inagotable Messi cuya
primer aporte al equipo era una contribución defensiva. Ya con el balón,
era frecuente ver a Messi acercarse a Xavi o Busquets para jugar el
balón, e incluso arrancar desde tres cuartos de cancha la carrera. El
lugar donde más daño hace. Así, ni siquiera era una locura ver a Messi
recibir de Piqué o Puyol, pues en la primera fase de la jugada bien
podía ser un centrocampista más, antes de apoyarse en Iniesta o Alves
para reincorporarse a la jugada ya como delantero. Esa es la versión de
Messi que merecidamente conquistó cuatro veces el Balón de Oro entre 2009 y
2012.
Desde entonces hemos encontrado un Messi distinto,
un '10' que con el tiempo ha sido más '9'. Se acabó ese Messi activo en
la presión que de la mano de Guardiola se convirtió en el indiscutible
número 1 del mundo. Y se acabó también ese Messi que baja constantemente
a recibir, ese Messi que jugaba sin balón y aprovechaba ser el
principal objetivo de cualquier defensa para arrastrar la marca -o las
marcas- y abrir espacios para, también sin tocar el balón, ser
determinante en los ataques de su equipo. El nuevo Messi finaliza las
jugadas como nadie, y es tan bueno que también puede dar el último pase.
Porque en el juego estático, sin apenas mover las piernas, tiene la
capacidad dejar sólo a cualquier compañero frente al portero rival. Pero
anotar y asistir son las únicas virtudes del nuevo Messi, que sirven
para mantener el nivel de su estadística individual, pero no para dar
mantener la aparente superioridad numérica del equipo que integra.
Y
ese es el Messi que llegó a Brasil. ¿Se reservó durante el año?
Personalmente lo dudo. No me imagino un jugador reservándose en una
final de Copa contra el Real Madrid, en una eliminatoria de Champions
League o en una "final" por la Liga. Y fue ese exactamente el estilo de
juego que desempeño Messi en los grandes partidos de la temporada. Messi
llegó a Brasil con mucha hambre, y en el inicio de cada partido se le
vio activo en la presión y bajando a recibir el balón. También lo
habíamos visto en el último partido de Liga, en el que una victoria
hubiera dado el título al Barcelona de Martino. A mi me recordaba al
Messi de la época de Guardiola, y creí durante Argentina-Bosnia que
podríamos llegar a ver la versión total del '10'. Así, bajando a
recibir, llegó el primer gol de Messi en el debut de Argentina. Pero el
Messi activo en el juego disminuía su presencia del juego conforme
avanzaban los minutos. Y esto se fue repitiendo en cada partido. Es
difícil ver un jugador que en cada partido se apaga con el paso del
minutos y no creer que no se halla en un óptimo estado físico. Y es
difícil que un jugador que se ha pasado un año "caminando" pueda llegar
bien a un Mundial. Messi fue la gran esperanza de Argentina en cada
partido, y en la primera fase fue capaz de responder con goles. Tantos
que significaron triunfos y que sirvieron para esconder un rendimiento
que distaba del que tantas veces antes había dado.
El
rendimiento de Messi una vez llegada las instancias a vida o muerte fue
calcado al de la primera fase, pero sin goles. El '10' no supo liderar
el que sobre el papel parecía ser el mejor ataque de la competición,
siendo Di María el principal arma ofensiva del seleccionado de Sabella.
Durante el Mundial vimos un Messi voluntarioso como mostraban los
primeros compases de cada partido, pero cuyo rendimiento mermaba con el
desarrollo del encuentro. Seguramente la final sea el mejor ejemplo. Messi
fue el mejor jugador sobre el campo en los primeros 45 minutos, y sólo
le faltó un '9' que se desmarcara, arrastrara la marca y definiera. No
lo tuvo y es cierto que no fue su culpa, por lo que no puedo calificar
su primer tiempo de menos que sobresaliente. Pero, como en cada partido,
también en la final la presión inicial se tradujo en un jugador que
caminaba la cancha durante la segunda mitad, y que esperaba recibir el
balón unos metros más adelante del lugar idóneo para él. Hablar del
rendimiento de Higuaín o Palacio para justificar el mal Mundial de Messi
es un error, pues Higuaín o Palacio no son estrellas mundiales, y como
tal no se les puede exigir un rendimiento para el cual no están
capacitados. Si Messi fuera Higuaín o Palacio podríamos hablar de que ha
hecho un buen Mundial, pero Messi es Messi y sólo cumple las
expectativas de quienes depositan en él su fe cuando crea, juega, hacer
jugar y anota. Y en Brasil, igual que durante toda la temporada, dejó de crear, jugar y hacer jugar, y se limitó a anotar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario